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viernes, 21 de octubre de 2011

El espejo y el septenio de mala suerte

Según la creencia popular, romper un espejo te puede costar más caro que robar la tienda de la esquina: ni más ni menos que siete añitos de mala suerte, así, de golpe, como quien no quiere la cosa.

Varios son los motivos por los que la rotura del espejo presagia siete años de desgracias.

De entrada partimos de la antigua Grecia y la práctica de la catoptromancia, el arte de adivinar por medio de un espejo, muy extendida por aquel entonces. Se suponía que el espejo reflejaba el alma, el "otro yo" de la persona que se estaba mirando. Que en ese momento se rompiese el espejo presagiaba muerte. Y si la sesión se hacía con una bola de cristal, tanto de lo mismo: cuando en mitad de una sesión el cuenco (la 'bola' era un cuenco de cristal lleno de agua) caía al suelo y se rompía, el vidente terminaba diciendo al interesado que la rotura obedecía a que no había futuro que interpretar; es decir: la otra persona moriría pronto y los dioses pensaban que no valía la pena anticiparle el sufrimiento, ya lo descubriría por sí mismo.

De ahí saltamos al Imperio Romano, que dejó la aportación de los siete años. Y es que los romanos aseguraban que la salud de las personas se dividía en ciclos de siete años. Según decían, el espejo refleja el cambio, la evolución física de cada individuo. Entonces, si en una de aquellas se rompía el espejo en que te mirabas, se suponía que te esperaban siete años de desgracias, puesto que no podrías seguir contemplando tu evolución corporal.

Ésto último se vio reforzado en la Italia del siglo XV, donde quien podía permitírselo gastaba un dineral (porque baratos no eran) en comprar un espejo para mostrar su nivel a sus visitas. Si el objeto de marras se rompía y había que sustituirlo suponía un gasto enorme, razón por la que se advertía a los sirvientes que lo limpiasen con sumo cuidado, pues de lo contrario les caería encima la maldición de los siete años. Y la cosa se mantuvo tras la Revolución Industrial y la fabricación mecanizada de espejos, que supusieron la reducción de su coste y, por ende, abarataron su precio.

Una última explicación -menos enrevesada- nos llega desde el Feng Shui: la mala suerte atribuida al espejo se debe a la distorsión de energía creada por una superficie rota o dañada.

Sea como fuere, mejor hacer caso al refranero que además de la explicación más lógica nos aporta la solución: "El mal agüero del espejo roto es que hay que comprar otro."

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